métodos
La gravedad es la atracción entre cuerpos que tienen masa. En geofísica, los métodos gravimétricos permiten determinar la distribución de la densidad de los materiales que componen el subsuelo bajo la superficie. Cada tipo de material (suelos, rocas, cavidades, etc) tienen una densidad característica distinta, lo que permite realizar una modelización del subsuelo a partir de lecturas detalladas de la atracción gravitatoria en una zona de estudio concreta. A lo largo de una zona de estudio, la aceleración de la gravedad sufre ligerísimas variaciones (positivas o negativas) debido a los cambios en la densidad de las masas enterradas bajo la superficie. Estas pequeñas variaciones se superponen a los efectos conocidos y cuantificables debidos a la propia masa total de la Tierra (y en menor medida, la Luna y el Sol). En un estudio de gravimetría se emplean dispositivos capaces de detectar estas pequeñas diferencias en la aceleración de la gravedad mediante las cuales se pueden detectar, por ejemplo, deficiencias de masa bajo la superficie como las asociadas a cavidades naturales o artificiales, estructuras geológicas de interés para la ingeniería, etc.
Las mediciones se hacen en puntos o estaciones, separadas normalmente en un rango de entre 1 y 50 metros, dependiendo del objetivo del estudio. Una vez realizadas las correcciones necesarias (de latitud, de aire libre, de Bouguer y topográficas) se obtienen mapas de anomalías locales (anomalía residual) que representan las variaciones de densidad bajo la zona de estudio.
Los valores de anomalía residual a lo largo de un perfil o una malla se utilizan como referencia para construir modelos de densidad. A partir de estas distribuciones de anomalías gravimétricas se construye un modelo subsuperficial de contraste de densidad cuya respuesta gravitatoria es comparada frente a los valores observados.
Mapa de anomalías residuales de Bouguer del diapiro de Añana